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Artículo de la Tercera (28 de Diciembre de 1999)

Ex director de editorial Quimantú

Joaquín Gutiérrez: "Hicimos la revolución del libro"


De visita en Chile, el cerebro del mayor fenómeno librero que registra el país recuerda su labor y observa el cambio experimentado por el área en la actualidad.

por Andrés Gómez


"Era muy lindo el cariño que se
despertó en los trabajadores por
la cultura. Logramos cambiar
socialmente el panorama del libro",
afirma Joaquín Gutiérrez.
(Foto: JUAN GUILLERMO MELLADO)


El currículo de Joaquín Gutiérrez menciona varios oficios: ajedrecista,locutor, traductor, reportero, librero y escritor. Fue campeón nacional del tablero en Costa Rica, periodista para Reuter en Santiago,corresponsal de El Siglo en Vietnam, encargado de la librería de Editorial Nascimento y Premio Nacional de Cultura de su país. Sin embargo, su mayor orgullo es haber dirigido editorial Quimantú, el proyecto librero de mayor envergadura que ha conocido Chile.

"Este país tenía una cultura política maravillosa. Era el más adelantado de América Latina en ese sentido. Y en ese ambiente quise hacer el fenómeno del libro. Y resultó", recuerda Joaquín Gutiérrez sobre la empresa estatal que encabezó entre 1971 y 1973. Dos años durante los cuales los textos como objeto y la cultura como producto se masificaron a niveles inéditos.

Creada sobre la compra de Zig-Zag, Quimantú puso en la calle obras clásicas y contemporáneas, en literatura, historia, información general e investigación, en tiradas de decenas de miles ejemplares a bajo costo.

"La gente andaba con sus libritos en la mano para leer en los buses. Era muy lindo el cariño que se despertó en los trabajadores por la cultura.

Logramos cambiar socialmente el panorama del libro, porque hasta ese momento era privilegio de una elite", expresa, de visita en el país.

Joaquín Gutiérrez había llegado a Santiago en 1939, a los 21 años,después de participar en un campeonato mundial de ajedrez en Argentina.

El triunfo del Frente Popular en Chile y las estrechas expectativas que observaba en su Costa Rica natal, lo inclinaron por cruzar la cordillera e instalarse como traductor en Reuter, gracias a un año de estudio en Nueva York.

En 1941 se casó con la chilena Elena Nascimento, hija del dueño de Editorial Nascimento. Trabajó en el sello familiar, escribió sus obras,se fue de traductor a la Editorial en Lenguas Extranjeras de Pekín, de corresponsal en Moscú y Vietnam, y tras la elección de Salvador Allende asumió como director de la recién creada Quimantú (El Sol del Saber, en mapudungún).

Su esfuerzo como editor se concentró en abaratar el precio de los libros,aumentando el tiraje, aprovechando al máximo la maquinaria y organizando al centenar de trabajadores en tres turnos diarios. "Al principio, yo trabajaba 20 horas al día. Luego entraba a las siete de la mañana y salía a las siete de la tarde. Le sacamos el jugo a las máquinas", indica.

Además de publicar literatura clásica y nacional, crearon una serie de colecciones como Nosotros los Chilenos y Así Trabajo Yo, revistas de literatura y comics criollos (Manuel Rodríguez), que dirigieron Alfonso Alcalde, José Miguel Varas y Alfonso Calderón, entre otros. "Era darle al pueblo la posibilidad de conocerse a sí mismo y entregarle herramientas de análisis", afirma Gutiérrez.

La serie más exitosa fue minilibros, que superaró los 80 mil ejemplares por cada título. "Eran cuentitos cortos -precisa- de buena literatura,que se leían con facilidad, porque a un obrero le significaba más dificultad leerse una novela completa. Y así se entusiasmaba con la lectura".

Junto al bajo precio de los libros, que costaban lo que una cajetilla de cigarrillos, hubo un esfuerzo especial en la distribución: "Se inventaron todas las maneras posibles de vender. En cada quiosco habían libros y armamos una flotilla de camiones, que exhibían el material en repisas y que iban por los barrios vendiendo. Hicimos la revolución del libro".

Y se dio, además, la conjunción de un ánimo singular en el público. "Se sentían responsables del futuro, del sueño, de la historia y estaban abiertos al saber. Era una efervescencia muy grande".

El júbilo duró hasta el golpe, cuando Gutiérrez regresó a Costa Rica,donde se ha dedicado a labores editoriales y a continuar su propia obra.

Premio Nacional de Cultura y Premio Casa de las Américas, hoy escribe sus memorias y piensa que, en el plano editorial, "el interés cultural fue reemplazado por el comercial. Quimantú buscaba utilidades, pero la tarea sobre todo era cultural. No es lo mismo hacer libros que hacer zapatos".

Una experiencia irrepetible
"Fue una experiencia fantástica, pero irrepetible, válida para Chile en ese momento", comenta Pablo Dittborn, ex vicepresidente del sindicato de trabajadores de Quimantú, hoy vicepresidente para Sudamérica del poderoso Grupo Zeta. "Fue una audacia tremenda: tiradas de 30 y 50 mil ejemplares a la semana". Una aventura potenciada por que "no había mercado negro de libros, la gente tenía poder adquisitivo y los libros estaban al mismo precio que una cajetilla de Hilton". Aparte de los tirajes en rotativas,favorecía el hecho de que "trabajábamos con obras de derecho público y cuando no, se hicieron negociaciones especiales", porque el sello -fundamentalmente- pretendía "aportar al desarrollo cultural del país".


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